sábado, 15 de março de 2014

El caso del Boeing robado

Se lo llevaron en 2003 de un aeropuerto angoleño y no se le ha vuelto a ver. Hasta ahora, era el avión más grande que había desaparecido
El caso del Boeing robado

Los aviones vuelan, pero no se volatilizan. Cuando hablamos de una aeronave desaparecida, suele ser simplemente una manera de decir que no conocemos el punto exacto de tierra o mar en el que acabó trágicamente su vuelo. Pese a esa certeza de fondo, las historias de aviones que parecen tragados por el aire han espoleado siempre la imaginación y, en ocasiones, han acabado haciéndose un hueco en la cultura popular: en Chile se utiliza todavía la expresión «más perdido que el teniente Bello», en recuerdo de un joven militar que se esfumó a bordo de su biplano hace un siglo.

La mayor parte de estos sucesos corresponden a la aviación de otros tiempos, cuando faltaba tecnología para realizar rastreos eficaces, y los protagonistas habituales son aparatos de pequeño tamaño. Pero, en los listados de aeronaves en paradero desconocido, a los que se ha incorporado el Boeing 777 de Malaysia Airlines desaparecido el pasado sábado, figura otra llamativa excepción reciente: en 2003, se perdió el rastro de un Boeing 727 robado del aeropuerto de Luanda, la capital de Angola. El caso se ha convertido en uno de los grandes misterios de la aviación, porque no parece nada fácil escamotear un coloso de 46 metros y medio y 90 toneladas, especialmente en aquellos años de paranoia general tras los atentados del 11-S.

El Boeing en cuestión era ya un vehículo viejo, que había pertenecido durante 26 años a la compañía American Airlines. Cuando terminó su vida comercial, lo compró por un millón de dólares una oscura empresa de Florida, que llegó a un trato con los angoleños: querían emplear el avión para transportar combustible a las minas de diamantes del interior del país, ya que la guerra civil había dejado como herencia una red viaria impracticable. El avión voló hasta Luanda en 2002, con los asientos ya retirados y, en su lugar, enormes tanques dispuestos para la tarea. Pero, como sucede tantas veces en África, la operación pronto encalló. El Boeing envejeció a toda velocidad en el aeropuerto de la capital angoleña, hasta que entró en escena Ben Padilla, un mecánico estadounidense enviado en marzo de 2003 por la firma de Florida con la encomienda de poner a punto el avión para poder así recuperarlo. Padilla era todo un personaje, un aviador de fortuna que se buscaba la vida en los lugares menos hospitalarios. «Es tipo John Wayne, amenazador, como si estuviese hecho a prueba de balas», le describió su hermana en el 'Telegraph' británico. Con el permiso de las autoridades angoleñas, estuvo varias semanas reparando el avión.

Ben era mecánico y piloto, pero, eso sí, su capacitación profesional no le facultaba para manejar un aparato como el Boeing 727. Aun así, a las seis de la tarde del 25 de mayo de 2003 el personal del aeropuerto contempló con asombro cómo el aparato salía a la pista con unas «maniobras absurdas», aceleraba a máxima potencia y se elevaba, sin plan de vuelo y con el transpondedor desconectado para complicar el rastreo.

Drogas y armas

Ahí empiezan las cábalas. Ni siquiera se sabe con seguridad quiénes tripulaban el avión, aunque la versión más coherente menciona a Ben Padilla y a un ayudante congoleño que él mismo había contratado. La CIA, el FBI y la NSA, entre otros organismos, se aplicaron con ahínco a buscar el Boeing perdido. Entre las hipótesis manejadas por los investigadores, la más inquietante apuntaba a los terroristas islámicos, que podían llenar de fuel los tanques y estrellar el avión contra algún objetivo. Se habló también de traficantes de drogas y de armas o del mercado negro de aeronaves de segunda mano.

Corrió la voz de que se había aproximado a las Seychelles, de que lo habían visto repintado en Guinea, de que lo había comprado un negociante libanés, de que había acabado estrellándose en Benín... Pero, a día de hoy, nadie sabe nada de él. En 2010, siete años después de su desaparición, la hermana de Padilla todavía declaraba a la revista 'Air & Space': «Sigo esperando, contra toda lógica, que Ben esté a salvo en alguna parte»

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